Pope y Charlie, compañeros inseparables de parranda, de confidencias y de arrestos a malas personas, se debaten cada viernes entre la vida y la muerte en unas persecuciones mortales. Todas ellas con muertes, peleas entre compañeros, líos amorosos e intriga, sobre todo, intriga.
El comisario los maneja a todos como quiere y, aunque parece que siempre se quiere ir de la brigada y dejar a otro al mando, ahí sigue; al pie del cañon, arrestando a los malos y ayudando (como si de un padre se tratara) a sus policías.
Una serie española que mola, que sigue con su audiencia, que no falla nunca. Los actores y actrices van yendo y viniendo, pero la serie no pierde su magia, su fuerza, ni a sus seguidores. Porque siempre te sorprenden con casos comunes, a la vez que inimaginables. Nunca pensarías que el malo iba a ser el bonachón de gafitas que jugaba al ajedrez con su madre sorda; pero lo es, y tanto, que ha matado a cinco personas sin inmutarse.
Y es que, aunque estos polis sean españoles de pura cepa, están totalmente a la altura de los polis que comen donuts y hablan en inglés. Así que, a ver lo nuestro, que también vale la pena.
Por cierto, ¡Feliz año!
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